
¿Y si lo normal no fuera lo natural?
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Basta con mirar a tu alrededor para darte cuenta: la mayoría del calzado que usamos se ha alejado de la forma real del pie. Lo extraño se ha vuelto habitual. Y lo preocupante es que, aunque todos compartimos la misma estructura de pie desde hace cientos de miles de años, los zapatos han seguido una evolución completamente distinta.
Durante siglos, las tendencias han moldeado nuestra idea de lo que un zapato “debería” ser: puntas estrechas, tacones, suelas rígidas… Formas que no respetan la anatomía del pie y que, a largo plazo, perjudican su salud y nuestra forma de movernos.
Lo curioso es que muchas de estas formas tienen su origen en un contexto que ya no existe. Por ejemplo, los zapatos en punta y con tacón surgieron para facilitar el uso de estribos al montar a caballo: la punta ayudaba a meter el pie, y el tacón evitaba que se deslizara. Pero hoy nadie se mueve en caballo, y sin embargo seguimos usando zapatos diseñados para eso.
Mucha gente cree que el problema está solo en los tacones altos, pero no es así. Precisamente porque los usamos solo en ocasiones puntuales, somos más conscientes del daño que hacen. El verdadero impacto está en ese ligero desnivel que llevamos a diario sin pensarlo: ese pequeño tacón que empuja el cuerpo hacia delante, desequilibra la postura y pone más presión sobre los dedos.
Si estás leyendo esto, probablemente ya has empezado a cuestionarte no solo cómo se ven los zapatos, sino cómo se sienten. Porque lo "normal" no siempre es lo natural. Y en Libertas creemos que el diseño debe acompañar el cuerpo, no moldearlo.